Soy de esas personas que piensan que todo pasa por algo y que la vida nos pone en ciertos caminos porque necesitamos vivirlos. Pues bien, a mí la vida hace poco me colocó en uno de estos caminos y estoy segura que tengo mucho que aprender de ello. Es más, considero que eso ya está pasando. He conocido algunas personas que cada día me dan un poquito de ellas y me desvelan algo nuevo sobre mi. Maldito/bendito efecto espejo.
Entre estas personas una de ellas, sin quererlo ni saberlo, me ha dado una `bofetada moral´ envuelta en una sencilla pregunta: “Y tú ¿cómo te sientes?”. Eso es todo, una simple pregunta que me ha planteado todas y cada una de las veces que sucedía algo en mi vida que me podía afectar emocionalmente.
Insisto, eso es todo. Una pregunta que nadie (más allá de mi psicóloga que evidentemente cobraba por ello) me había preguntado de forma tan abierta, sincera y clara. Dichosa preguntita que me ha hecho sentirme más escuchada que en toda mi vida junta. Y yo que soy fan de fomentar la comunicación de repente me quedo perpleja y, al contrario que Extremoduro, encuentro el siguiente escalón.
Paradójicamente, hace unos meses le dije a mi madre: “En este trabajo no me voy a involucrar emocionalmente”, ahora me sorprendo con que todavía no ejerzo de periodista pero que, detrás de la barra, estoy cursando otro máster de comunicación en el que, como me pasaba en la facultad, cada `profesor´ defiende una corriente diferente.
Todo esto no ha venido solo, pues 2022 ha cogido carrerilla. La vida también me ha puesto en estos días en situaciones en las que piensas: “Esto es a lo que llaman vida adulta”. Momentos en los que pagas tu primera factura o miras a tus primos el día de reyes y ves que los pequeños ahora también reciben calcetines.
Debido a este cúmulo de cartas situacionales que acabo de extender sobre la mesa esta semana me he convertido en `lectora´. Me he encontrado viviendo los acontecimientos desde fuera, entendiendo el trasfondo de cada uno de los personajes y buscando el por qué de sus acciones. Entre todo esto, hubo un acontecimiento en particular (el más difícil por cierto) que me hizo ver que a veces hasta la más dolorosa de las despedidas puede ser dulce si lo haces desde el corazón. Un acontecimiento que, al igual que en un caluroso día de verano el olor a lluvia cambia totalmente el escenario, me hizo darme cuenta de lo mucho que merece la pena vivir.
Y así comienza este 2022. Un enero para el cual no había abordado ningún propósito de año nuevo que ahora ya tengo: Ojalá la vida os coloque a alguien delante que os haga parar y os pregunte: “Y tú ¿cómo te sientes?” a ratitos intentaré serlo yo.
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